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La presente propuesta pretende hacer un recorrido por algunas de las prácticas artístico-educativas desarrolladas durante los últimos dos años en el marco del proyecto “Torcer la lengua”, un taller experimental destinado a adolescentes que tiene como objetivo introducir a los participantes en dinámicas propias de la investigación y creación artística dirigidas a la exploración del humor y el absurdo. En este contexto, han destacado aquellas estrategias que propiciaban la búsqueda de nuevas relaciones de significación y sentido desde el choque o la puesta en contacto de elementos aparentemente contrarios e incongruentes entre sí. Desde la yuxtaposición de diferentes tipos de materiales: imágenes, textos, vídeos, audios…, así como desde la interrupción de las formas lógicas y habituales de pensamiento y la consecuente sensación de incomodidad que esto supone, se han activado nuevas formas de pensamiento y creación. Lo que este choque produce es la inauguración de un espacio no reglado, de incertidumbre, en el que una debe atender a las singularidades de los elementos que tiene ante sí para intentar hacer pasar nuevos sentidos entre ellos. Esta operación aparentemente ligera o insustancial, implica poner en el centro de la praxis educativa una acción ligada íntimamente a la forma de conocimiento artística: el pensamiento por relación. Una forma de pensamiento cercana al "paradigma de inferencias indiciales" que proponía Carlo Ginzburg (1989), de singularidad en singularidad, en el que se ejercita la capacidad de atención tan denostada en el actualidad. En este ejercitarse en la incertidumbre, se van produciendo unas relaciones progresivamente más ingeniosas y acertadas, que amplían el conocimiento que se tiene sobre los elementos implicados. Por otro lado, el carácter ilógico que estas prácticas producen, al irrumpir el canal de comunicación, abre un contexto autónomo de potencialidad, en el que todo lo imaginado, por caprichoso que sea, es posible, ya que no responde a una finalidad productiva. La apertura de este nuevo imaginario ficcional guarda un carácter transformador que encuentra el humor como una herramienta disruptiva capaz de subvertir los esquemas utilitarios y productivos impuestos en el contexto educativo, resultado de un capitalismo académico voraz, y que atiende, por el contrario, a los saberes que produce el propio hacer. De este modo, la propuesta toma la forma de un fotoensayo que invita al lector/espectador a recorrer una cartografía hecha de los restos materiales de estas prácticas, desde sus propios deseos y subjetividades, que trazarán a su vez nuevas relaciones de sentido cambiantes y abiertas. Agitar estos materiales desde la mirada de cada una, en un proceso de ejercitación constante.

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