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Cultura del exceso, lo fragmentario, lo azarosos y lo inestable: un espacio de castigo germen de producción artística  I David González-Carpio Alcaraz

La producción artística radical que utiliza el cuerpo como objeto y espacio de castigo habitualmente muestra heridas, quemaduras y amputaciones a modo de acciones (ya sean estas performances, documentación de éstas últimas o producción gráfica per se). La función de estas acciones es la de trasladar a ese cuerpo a un estatus de mártir. Un cuerpo sacrificado en pos de una salvación subsiguiente. Atendiendo a la relación que subyace entre la acción, la estampa o la imagen, la forma de presentar la obra al público, y la estrecha cohabitación entre obra y vida de algunos artistas, se generan complicaciones en lo que entraña discernir si el objeto artístico de un trabajo radica en una acción en sí misma, en el cuidadoso trabajo documental que se genera a partir de esas acciones o en la producción gráfica que testimonian una vida.

El afamado semiólogo y crítico de arte Omar Calabrese promovió en 1989 el concepto neobarroco como ese espacio metodológico que privilegia la presencia del cuerpo encarnado en nuestra contemporaneidad, en el arte y en el pensamiento, explorando un espacio de articulación simbólica, donde la conducta, la identidad, el género y la relación espacio público/privado cohabitan y medran. En cierta producción artística contemporánea, modelada por el exceso del autocastigo, el desafío al dolor y la privación física en pos de una redención posterior, este trabajo analiza ciertos códigos particulares que definen el concepto acuñado por Calabrese desde una perspectiva concreta: la documentación aportada por el artista David Nebreda, cuya producción (fotografía y dibujo) pone en valor códigos que, en nuestra opinión, definen rasgos de la cultura a la que pertenecemos, esa cultura neobarroca marcada por una metamorfosis constante, y caracterizada por factores como: el exceso, lo fragmentario, lo azaroso, lo inestable, o lo irregular. En este contexto neobarroco, Nebreda se muestra como un hombre enfermo. Somete a su cuerpo a un complejo proceso de metamorfosis, y usa la fotografía y el dibujo como testigos de este proceso. Esos documentos reflejan la regla o código que el artista ha impuesto a su vida. Un cuerpo enfermo es un espacio biológico deteriorado, y queda excluido del espacio social donde cumplía su función. Un cuerpo enfermo se convierte en territorio dentro de cuyos límites se desarrolla una nueva experiencia vital que se manifiesta con otra identidad. A través de la enfermedad y lo monstruoso Nebreda ambiciona alcanzar umbrales límites de su cuerpo a través de la experiencia interior, pero que definen claros aspectos sintomáticos de una cultura neobarroca, aquella en la que nos encontramos sumergidos.

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